martes, 30 de noviembre de 2010

En la Escuela.


Se habla mucho, de la enseñanza en los colegios, los niños no aprenden, o no quieren aprender, los maestros hastiados en muchos casos “pasan” simplemente las horas de clase estipuladas, hacen su trabajo cual robots, y a “otra cosa mariposa”.
Se teoriza a menudo acerca de métodos y sistemas más eficaces de enseñanza, mientras nuestros hijos cada vez dejan sus estudios a medias y cada día es mayor el número de jóvenes sin graduado, engrosando las listas del paro, ya de por si demasiado gruesas. Sin preparación ninguna, ni académicamente, ni laboralmente. Hijos e hijas, que se pasan la vida, en las redes sociales, quejándose de todo, y no faltándoles de nada. Aunque ahora con la crisis que estamos atravesando, la verdad es que se empieza a carecer de muchas cosas.



Fenómenos sociales como el “botellón” inundan nuestras calles, plazas y parques. La inmundicia, y los problemas que acarrean estos fenómenos, es una patata caliente que se pasan entre políticos, educadores y padres. Pero que ninguno se quiere hacer responsable de ciertas actuaciones, que cada día van mermando la integridad de nuestros adolescentes, llegando a tener muchos de ellos problemas con el alcohol y las drogas a muy temprana edad.

Una legión brillantísima de eminentes pedagogos, nos dan multitud de normas por las cuales conducirnos y conducir a nuestros jóvenes. Enseñanza solidaria, continua, intuitiva, consecuente, acromática, simultanea, socrática… Seria cosa de no acabar nunca de enumerar, para al final, venir a concluir en que, del mismo modo que en lo concerniente al material, cada maestro se las ha de arreglar como buenamente pueda. Según las circunstancias, el número de alumnos, condiciones locales etc.

En cambio no nos damos cuenta de que cada caso particular, muchas veces exige procedimientos distintos. Aglomerar en un aula a todo aquél que no estudia religión católica por ejemplo, con la llamada clase de ética, que en la mayoría de los casos no se imparte o se imparte mal. No es la solución.

Obligar a los alumnos á leer soporíferos libros, en que algún pedante profesor, sacó una brillante idea en su pasada juventud tampoco conduce a grandes logros.

Ver películas, sin ton ni son, elegidas al azar en cualquier decadente videoteca, sin más preparación que la de saber dar al botón de “Play” del aparato. Aunque parece la más aceptada (que no acertada) .Lo cierto es que no conduce a ninguna parte.

El primer paso a dar, sería el trabajo continuo, despertar una conciencia, habituar a los niños á distinguir los derechos y los deberes. A todas horas y en todas las ocasiones, con todos los pretextos. Si no partimos de esa base, todo lo demás será inútil.

Enseñarles a respetar y a respetarse a si mismos, marcarles unas metas de futuro que serán distintas en cada uno de los casos. Incentivar las escuelas profesionales, pero no esperar a que el alumno arrastre tres o cuatro cursos detrás de si y como último recurso. Si no desde la base, desde que el estudiante tenga claro lo que quiere hacer en la vida.

La educación de nuestros hijos se nos ha ido de las manos, creemos que por muy temprano que aprendan en guarderías y ludotecas (que no son más que sitios para quitarnos a nuestros hijos de encima y no educarlos nosotros mismos). Por cómprales las últimos videoconsolas, el último teléfono móvil (bajo pretexto de tenerlos controlados) y en definitiva, todo lo que nuestra conciencia nos dicta, en regalos pero no en amor filial. Si continuamos por ese camino, nos seguiremos dando contra un gran muro, (lleno de pintadas por cierto).

En la razón de cada uno, está la educación de sus hijos. No hay que dejar que otros hagan los que por derecho y obligación, nos pertenece a nosotros mismos.